La edición del Enneagram Monthly, la #117 de septiembre de 2004, trae un extenso reporte sobre la décima Conferencia Anual de la IEA (International Enneagram Association). En ella se invitó a Claudio Naranjo a que expusiera su trabajo. Por su interés para seguidores y alumnos de Claudio Naranjo, aquí reflejamos la versión escrita por una participante, Ann Kirby,
«Precedió esta marcadora conferencia un "Día Internacional" para participantes de fuera de los EEUU (el jueves 5 de agosto) y la siguió un día entero de trabajo con Claudio Naranjo. Y mi tarea es informar qué pasó en ella. ¿Por dónde comenzar?
Renuncia: Esta conferencia resultó ser un acontecimiento transformacional para mí. Si no temiese que se me diga ilusa, diría que el evento fue planeado especialmente para mí. Así, si no le resulta este informe lo suficiente ecuánime para usted, póngase en contacto conmigo, y será un placer para mí tratar de satisfacer sus inquietudes en el departamento de objetividad.
De seguro este encuentro será recordado como "la conferencia de Claudio". La presencia de Claudio Naranjo dictando talleres de subtipos durante las mañanas de viernes, sábado y el domingo, preliminares al día entero de trabajo post-conferencia del lunes siguiente, fue capital. No todos asistieron a las sesiones de Claudio; sin embargo, ellas influyeron en las decisiones de quienes planificaron el programa. Y en la asistencia que atrajeron los eventos programados. Yo elegí asistir a las sesiones de Claudio, incluso a la del lunes. Antes de salir de casa, opté por no enloquecerme tratando de absorberlo todo. Y así me mantuve en las presentaciones donde asistí. Quizá con este enfoque, puse a sufrir apreciable número de mis neuronas.
(…)
Mis mañanas del viernes, sábado y domingo se coparon con la exploración de los subtipos de Claudio. Y aunque separadas ellas por las sesiones de la tarde y las actividades nocturnas, esas tres sesiones mañaneras y todo ese lunes, los sentí como una sola experiencia continua.
(…)
Ahora, algo de "mi experiencia Claudio". Para mí sus sesiones estuvieron repletas de lo inesperado. Pronto, me di cuenta de la magnitud del proyecto que nos esperaba. Claudio trajo consigo 27 de sus colaboradores—un distinguido grupo de estudiantes de su programa SAT (la palabra sánscrita para Ser), todos ellos voluntarios que se habían ofrecido para estar allí, y algunos viajaron grandes distancias para hacerlo. Fue evidente la determinación de Claudio de no limitarse apenas a presentar información, sino facilitar una experiencia extraordinaria para cada persona.
Por ser yo alguien que ha hecho infinidad de presentaciones, confieso haber considerado el plan de Claudio, con convicción, como toda una receta para el desastre. Y cómo resultó, depende de usted cómo defina desastre. Para mí, todo el asunto fue la perfecta antítesis del desastre. No puedo poner en palabras la gracia y el regalo que me trajo. Indefectiblemente, el enfoque de Claudio fue experimental y sobre la marcha. Él buscó qué funcionaba aquí y ahora, dispuesto a cambiar por lo que pudiera servir para su propósito ulterior. Y se ciñó y acomodó bastante bien al tiempo de que dispuso.
Me fascinó verlo manejar este inmenso grupo de la misma manera, en esencia, con que quizá maneje un grupo de sólo 12 o 15. Si a mí me hubiese tocado hacer algo así, tal vez me hubiera estado unos 150 años para procesar todos los "¿Qué tal si...", antes de proceder.
Al parecer Claudio no se mosqueó por tal limitación, sin que faltase en la audiencia quien considerase que sí debió haberse mosqueado un poco. Y les comprendo su punto, desde luego. Por ejemplo, muchas personas se sintieron confundidas con las instrucciones que cambiaban a cada rato acerca del cuestionario que se distribuyó.
Cuando nos dividimos en grupos por tipo, algunos especímenes fueron mandados al "décimo grupo" porque alguno de los ayudantes de Claudio puso en duda el tipo con el cual se identificaba. Las reacciones que esto provocó, oscilaron entre la indignación y el divertimento, entre la derrota total y la nueva lucidez.
Claudio expuso su visión de cada uno de los 27 subtipos, que encontré sumamente valiosa. Cuando nos dividimos en grupos por subtipo, me encontré con mi filiación de Seis Sociales, y desarrollamos una lista de características que consideramos describía nuestra manera de estar en el mundo. Fue divertido comparar notas, ver cómo el ala marcaba bastante nuestros rollos individuales a la hora de expresar nuestro tipo y nuestros instintos. Pero finalmente se pudo obtener un perfil del Seis Social.
Fui designada para informar de nosotros al gran grupo, pero los Seis nunca se presentaron, (¡Uf, qué alivio!) y otros tipos tampoco. Recuerdo que lo hicieron los Tres, y los Sietes, y los Dos, y aprendí mucho acerca de las variadas expresiones instintivas de estos tipos. Y, de nuevo, algunos participantes se irritaron y frustraron por lo que consideraron una enredadora falta de organización. La mayoría de quienes se embarcaron en este trabajo perseveraron y no encontré a nadie que no estuviese satisfecho en general de haberlo hecho. Algunos que se habían programado para asistir el lunes, no lo hicieron, y otros que no lo habían planeado, decidieron quedarse.
Para el lunes, la mayoría de nosotros estaba establecida en su tipo/subtipo y entramos en lo que se facturó como la "sesión terapéutica". Después de haber oído las buenas y las malas noticias sobre nuestros tipo/subtipos (para que se haga una idea del toque interior con que enfoqué la mañana del lunes, le cuento que Hitler parece fue Seis Social y hubo mención coloquial a cómo luce de parecido mi look capilar a un casco militar) hicimos tremendo bullicio colectivo, y perturbamos seriamente la reunión de contables de al lado. Después del almuerzo, debimos reunirnos en un salón diferente, lejos de ahí.
Durante el día, en grupos de tres hicimos trabajo de silla vacía en la cual sentamos nuestros egos; "llegar a ser la música", fue como Claudio sugirió que escucháramos una poderosa interpretación instrumental de Kol Nidrei, para empatizar con la experiencia de perdón a los demás y a nosotros mismos. Practicamos presencia manteniendo el sufrimiento del aquí y ahora, sosteniendo la mirada en los ojos del otro. Compartimos con otros de nuestro tipo y observamos qué clase de amor estamos dispuestos a ofrecer, y a pedir y tener con él las mayores dificultades. Actuamos una escena significativa de nuestro vivir que quisiéramos cambiar, para así anclar ese cambio en nuestros cuerpos.
Al atardecer de ese lunes, no hablé con nadie que no hubiese tenido al menos una experiencia significativa durante el día. Hablé con un Dos que había llegado a estar furioso de veras, por primera vez en su vida, y que al fin enfrentó y le dijo cuántas eran cinco al sargento mayor que hace décadas le impartió su entrenamiento militar básico. Topé con una Uno que dijo soler sentirse manipulada en cosas como el ejercicio de la silla vacía. Sin embargo, en esta ocasión, tuvo una experiencia realmente profunda.
Sí, es fácil reportar una experiencia trascendente; pero ésta, podía palparse en los ojos de las personas. De mi parte, jamás me había sentido más en mi cuerpo. Aún no tengo suficientes palabras para expresar lo que me llevé conmigo. Si le digo que no tengo ninguna urgencia de explicar qué pasó, y que no estoy cuestionando este estado para mí desconocido, quizá ello le dé a usted alguna idea de la importancia de la experiencia. Continúo también maravillada por las personas con quienes trabajé en los varios grupos. En todos y cada uno de los casos, ellas fueron absolutamente las personas perfectas. Asombroso.
(…)
Hago ahora y al azar un popurrí de impresiones que desafían cualquier organización convencional en párrafos, y es apenas una lista parcial:
La generosidad de los colaboradores de Claudio que acordaron realizar improvisados grupos por tipo en la tarde del domingo.
(…)
¡Hay tantas cosas que no he mencionado! Como la presentación de Claudio al piano, la noche del viernes, en la cual experimenté de veras en mi cuerpo la música por primera vez (…) y su genuina capacidad de asombrarse aún. Cuando recibió como regalo de apreciación una pluma estilográfica, exclamó: "¡Si tiene grabado mi nombre!"
( ... )
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